1. -- Kathleen Maire  OSF <KathleenEMaire@gmail.com>

2. -- P. Jude Siciliano OP <FrJude@JudeOP.org>

 

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1.
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Adviento IV   (c)

12/21/2025

Isaías 7: 10-14;
Romanos
1: 1-7;
Mateo
1: 18-24

 

“Digo si Señor”

 

Llegamos al cuarto Domingo de Adviento y por fin escuchamos de María y el anuncio del nacimiento de Jesús.  Nos parece un largo caminar hasta este punto.  Queremos quedarnos tranquilos en presencia de María la Virgen, sabiendo que ella dijo “si” al ángel y por este acto de fe y confianza, nosotros también formamos parte del gran drama de salvación.  Queremos contemplar su cara, como nos lo presentan los grandes artistas.  Nos gusta pensar en la posibilidad de una mujer tan pura que Dios la escoge para dar su cuerpo y alma en el misterio del nacimiento de su Hijo.

 

El Evangelio de San Mateo nos cuenta el origen de la persona de Jesús.  El ángel dice a San José que su nombre será Jesús, el que salva a su pueblo de sus pecados.  Dice también que este niño es Emmanuel, o sea Dios-con-nosotros.  Así la profecía de Isaías se cumple y el milagro de la salvación está cerca. Es momento de celebración, una celebración nunca antes imaginada.

 

Según el relato de San Mateo, el enfoque no es solo en María, sino también en San José.  Es José que recibe el mensaje del ángel en un sueño.  Es su fe que contemplamos.  María parece como un personaje detrás de las cortinas.  Ella no actúa en este relato.  En cambio, José parece como hombre que tiene que pasar por la prueba.  Es él que tiene dudas.   Es él que trata de solucionar el problema sin causar escándalo para María. José es él que está invitado hacer un acto de fe, aceptando la palabra del ángel que el embarazo de María es una acción del Espíritu Santo. 

 

Vemos que José acepta el mensaje del ángel y también da su “si” al gran drama de salvación.  Entonces, poniendo el relato de San Lucas junto con el de San Mateo, vemos que los dos reaccionaran en manera similar a la visita del ángel.  Los dos dicen “si’.  Los dos aceptan el papel indicado por Dios, sin entender las consecuencias.  Seguro que ni uno ni el otro pudieron anticipar el nacimiento en un pesebre, lejos de su casa.  No pudieron anticipar la necesidad de huir a Egipto para evitar la matanza de Herodes.  No pudieron anticipar el escándalo que Jesús causaria durante su vida pública.  Lo que si, pudieron entender fue que Dios les estaba invitando a colaborar en su plan de la salvación.  Y los dos han dado su “si”. 

 

Para nosotros, José, junto con María, es un modelo, abierto a la Palabra de Dios, obediente desde su vida de cada día a la misión que Dios les ha confiado.  También de José podemos decir como de su esposa María: “feliz tú porque has creído”.

 

Que gran mensaje para nosotros en esta ultima semana de Adviento.  La Palabra de Dios viene no solamente a María, sino a cada uno de nosotros.  Estamos invitados a decir “si”, sin entender las consecuencias.  Pensamos en los jóvenes que dicen “si” a la creación de un matrimonio y un hogar para sus hijos.  Pensamos en los inmigrantes que dicen “si” a la creación de una vida lejos de sus familiares.  Pensamos en los individuos que dicen si a la responsabilidad por un pariente o vecino enfermo.  Pensamos en los abuelos que dicen si al cuidado de sus nietos.  Pensamos en las personas que dicen si a la adopción de un niño abandonado.  Pensamos en los enfermos que dicen si al sufrimiento que los acompañan día y noche.  Pensamos en los que estan a punto de morir que dicen si a su muerte en la esperanza de ver a Dios cara a cara.

 

En la Navidad celebramos un acontecimiento siempre nuevo: Dios que se hace Dios-con-nosotros, Dios Salvador.  El recuerdo de María y de José nos ayudará a que esta fiesta sea un momento de iluminación, de amor y de gozo.  Durante esta semana, podemos pensar diariamente en este Evangelio que nos ofrece tanto consuelo y esperanza.

 

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2.

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"PRIMERAS IMPRESIONES"

4º DOMINGO DE ADVIENTO (A)

21 de diciembre de 2025

Isaías 7:10-14; Salmo 24; Romanos 1:1-7; Mateo 1:18-24

Por: Jude Siciliano , OP

Queridos predicadores:

 

"La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel."

 

Este conocido versículo de Isaías capta la esencia de nuestra esperanza adventista. Fue pronunciado por primera vez en una época de temor e inestabilidad política, circunstancias similares a las nuestras.

 

El rey Acaz se enfrentó a enemigos poderosos y a la amenaza de una invasión. El profeta Isaías lo instó a confiar en la protección de Dios en lugar de en alianzas militares. Pero Acaz se negó a pedir una señal, pues no estaba dispuesto a confiar en Dios. Aun así, Dios le dio una: «La virgen concebirá y dará a luz un hijo».

 

El niño debía ser un signo de la fidelidad eterna de Dios, un recordatorio de que Dios está con nosotros incluso en la angustia. Con el tiempo, esta promesa adquirió un significado más profundo. Como nos dice hoy el Evangelio de Mateo, su cumplimiento definitivo llegó en Jesucristo, nacido de la Virgen María: Dios con nosotros hecho carne.

 

Al acercarnos a la Navidad, la profecía de Isaías nos llama a confiar en la misma verdad. Al igual que Acaz, podemos sentirnos tentados a confiar en nuestras propias fuerzas o en soluciones mundanas. Sin embargo, Dios nos invita a apoyarnos en la presencia divina, incluso cuando no podemos comprender plenamente. En Jesús, nuestro Emmanuel, Dios se manifiesta silenciosa y humildemente mediante la fe de María y el poder del Espíritu.

 

El Adviento es un tiempo de cambio, un tiempo para recibir a «Emmanuel, Dios con nosotros», aquí y ahora. Quizás no veamos esta presencia en grandes manifestaciones, sino en silenciosas promesas: en la oración, en comunidad y, especialmente, en la Eucaristía. Al prepararnos para celebrar el nacimiento de Cristo en Belén, también lo acogemos en los momentos cotidianos de nuestra vida.

 

El desafío de Isaías a Acaz fue confiar en que Dios no abandonaría al pueblo. Siglos después, José enfrentó su propio momento de temor e incertidumbre al enterarse de que María estaba embarazada. Al igual que Acaz, pudo haber optado por la autoprotección. Pero a diferencia de Acaz, José confió. Escuchó el mensaje del ángel: el niño fue concebido por el Espíritu Santo y salvaría a su pueblo de sus pecados. Gracias a la obediencia de José, el Verbo se hizo carne: Emmanuel entró verdaderamente en nuestro mundo.

 

Las lecturas de Isaías y Mateo revelan el contraste entre la vacilación y la confianza. Acaz rechaza la señal; José la acepta. El Adviento nos invita a abrir nuestros corazones a la fe, confiando en que Dios está con nosotros, no solo en el calor y la luz de la Navidad, sino también en tiempos de incertidumbre y adversidad.

 

En esta última semana de Adviento, abramos espacio —en nuestros corazones, hogares y planes— para la silenciosa venida de Emmanuel. El mismo Dios que entró en el mundo mediante el "sí" de María y la obediencia de José aún desea nacer de nuevo en nosotros. Cuando decimos "sí" a la voluntad de Dios, también nos convertimos en signos de la presencia divina, testigos vivos de que Dios está verdaderamente con nosotros.

 

El mensaje de Isaías a Acaz llegó en una época de temor y división. Nuestro mundo también está lleno de ansiedad: guerras que desplazan a millones, violencia en nuestras ciudades, conflictos políticos y sociales, familias bajo presión y un planeta en peligro.

 

Al igual que Acaz, nos sentimos tentados a buscar seguridad en el poder, la riqueza o el control. Sin embargo, Dios nos ofrece otra señal, no de fortaleza, sino de vulnerabilidad: un niño, nacido de una mujer cuyo nombre significa "Dios está con nosotros".

 

Emmanuel renace cuando elegimos la compasión sobre el cinismo, el perdón sobre el resentimiento, la paz sobre la división. Él está con nosotros cuando nos sentamos junto a los enfermos, acogemos a los desplazados, defendemos la justicia y ofrecemos bondad en un mundo que a menudo la olvida.

 

Haga clic aquí para obtener un enlace a las lecturas de este domingo:

https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/121425.cfm

 

P. Jude Siciliano, OP <FrJude@JudeOP.org>